En vísperas de la fiesta cristiana de la Sagrada Familia quiero compartir contigo algo de lo que vivo. Es cierto que, cuando algo no funciona muy bien, o se intenta arreglar o mejor luchar por otra cosa.
Asimismo es verdad que lo que uno, desde pequeño, vive en la familia marca totalmente en uno u otro sentido pero, marca.
Si has tenido la suerte, como creo que ha sido mi vida, de tener buenas gentes que te han transmitido todo lo mejor (sin estar ello necesariamente ligado al nivel económico, cultural, social...) pues todo va bien, pero también conozco lo contrario y es terrible.
De ahí quiero deducir que el problema (como casi siempre) en este caso no es la institución de la familia sino las personas.
Las personas hacemos y des-hacemos lo que tenemos a nuestro alrededor y en nuestro interior.
Pienso que la familia y todo tipo de convivencia, si uno y otro damos de nosotros mismos puede ir adelante; de lo contrario no solo puede ir hacia detrás sino, incluso, atrapar y, en algunos casos, destruir....
También es cierto que hay que estar atentos a muchas nuevas formas, posibilidades, y retos.
En especial, si lo que buscan es el bien del ser humano. Eso es fundamental, creo.
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