"Tras licenciarme en Empresariales, comencé una prometedora carrera profesional como ejecutivo. Durante mucho tiempo, lo que yo creía que era la felicidad estaba vinculado a lo que tenía y a lo que deseaba tener. Y lo cierto es que fuí consiguiendo aquello que me proponía. Tenía una familia. Tenía éxito profesional. Tenía estatus social. Y tenía dinero, mucho dinero. Sin darme cuenta, había entrado en una rueda materialista que me proporcionaba seguridad, confort y reconocimiento. Pero tan solo era un espejismo. Vivía dormido, sin darme cuenta de por qué hacía las cosas que hacía. A raíz de un cáncer que casi termina con mi vida, desperté del profundo sueño en el que me encontraba. El proceso médico, las operaciones y los tratamientos me hicieron sentir la fragilidad y la precariedad de la vida en mi propia carne. El sufrimiento destapó mis necesidades, angustias y miedos escondidos. Me conectó con mis emociones y sentimientos reprimidos. Por primera vez desde que era niño fui capaz de llorar. Sobrevivir a esta grave enfermedad me transformó. Me hizo ver la vida como un regalo. Cambié mi escala de valores y prioridades. Abandoné el control y me permití ser diferente. Ya no llevo una existencia puramente materialista. Me he dado cuenta de que las cosas esenciales de la vida son las que no se ven, pues tan solo pueden sentirse cuando vivimos conectados con nuestro corazón. La felicidad no tiene nada que ver con lo que tenemos ni conseguimos. De ahí que jamás la encontraremos en la posesión de bienes materiales ni en la consecución de logros profesionales. La auténtica felicidad está dentro de nosotros mismos. El reto es aprender a conectar con ella. Por eso ya no me distraigo con prioridades erróneas. Sé que suena a tópico, pero he vuelto a nacer. A mis 50 años he redescubiero la vida"
(Marc, 50 años, casado, dos hijos publicado, entre otros testimonios más, por El País Semanal acerca del tema "El sufrimiento y la Felicidad")
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