
"Hoy he presenciado algo que, por su alto simbolismo, me gustaría compartir.
Un coche circulaba por la calle con una paloma, blanca inmaculada, herida encima del maletero. De repente, en una maniobra, la paloma cae al suelo y queda sola e indefensa, a merced del resto de conductores, en medio de la calle. El coche que va detrás frena, amaga con pasar por un lado, por otro, y al final se para por miedo a atropellarla. Otro coche para sin saber que pasa hasta que ve a la paloma, y entonces espera. Llega otro coche por detrás: pita, sigue pitando. “Hay una paloma herida”, le dicen. “Mátala y quítate de ahí”, responde. Al final, un viandante que pasa coge a la paloma y la deja a salvo en la acera…
Esto me ha hecho reflexionar acerca de la fragilidad de la paz hoy en día. Normalmente solemos representarla con una paloma blanca que vuela alto en libertad. ¿No será más bien así? Como una paloma herida, frágil, indefensa, expuesta al peligro, y que se “salvará” o no en función de la sensibilidad de los que la encuentren en su camino…
¿Cuál es nuestra actitud cuando nos encontramos frente a la paz “indefensa”? ¿Nos paramos para no “atropellarla”, gritamos “mátala y quítate de ahí”, o la recogemos y la ponemos a salvo?..."
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