En la liturgia católica de este Domingo la Palabra de Dios nos relata un ejemplo que Jesús explica a los suyos acerca de un "empresario" que después de contratar a diversas personas para diversos trabajos y en diferentes ocasiones, resulta que, al final, paga lo mismo a todos.
Esto provoca, por supuesto en los primeros y "más aventajados" alguna que otra reacción.
Y es que el Dios de los cristianos es y quiere ser así: acogedor, entrañable,con mirada sanadora...porque nos quiere y acepta a todos tal como somos y no porque acumulemos méritos.
Es curioso porque, creo, este ejemplo no se queda estancado en los tiempos de Jesús sobre la tierra. Hoy mismo, quizás uno de los grandes testimonios de los cristianos podría ser este de no pedir ningún privilegio y, al contrario, ser generosos construyendo la igualdad.
El mismo texto evangélico pone en labios de Dios esta expresión (también tan cercana a todas nuestras experiencias más vitales):
"¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?".
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