Hay veces que nos desprograman. Íbamos donde queríamos, teníamos nuestro proyecto muy claro, y de repente algo nos lo estropea todo...
Como a Ignacio, cuando después de curarse de su herida producida en la batalla de Pamplona (1521), decide
cambiar radicalmente de vida, y cree que Dios le manda a evangelizar en Jerusalén: dedica todos sus esfuerzos a ir allí, pero cuando lo consigue (1523), el superior Franciscano de la zona le prohíbe quedarse por la peligrosa situación con los turcos. Después de años de formación, quiere volver a ir pero no lo consigue. Y gracias a esto, existe la Compañía de Jesús.
Quizás a veces, de lo que consideramos fracasos (laborales, pastorales, humanos, enfermedades...), de aquello que se interpone en nuestro camino, que parece inútil y nos hace caer, Dios es capaz de hacer surgir un nuevo árbol, que desde la óptica del Reino tiene una envergadura todavía mayor de la que llevábamos entre manos.
(De nuestros amigos en Espiriatualidad Ignaciana)
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