En tiempos de crisis se agudiza. la creatividad, el ingenio y se valoran más los gestos que no se pueden comprar, sobre todo porque éstos son gratis.
Hoy en día uno de los regalos más
apreciados por todos es el tiempo: regalar un paseo, una carta larga escrita a
mano y echada con sobre y sello, un pan o unas galletas hechos a mano en el
horno de casa, una invitación: a tomar un café sin prisas, a una excursión, a
tumbarse a ver las estrellas por la noche, a contar un cuento, a dibujar
juntos, a mirar el mar o el fuego...
Otro regalo muy valorado es la
sorpresa de recibir una valoración positiva sobre actitudes o acciones que se
dan por supuesto: agradecer al compañero de trabajo su disponibilidad para
echarnos una mano cuando lo necesitamos, para cambiar de turno, para cerrar la
tienda, para hablar con el jefe... a veces produce una reacción inesperada.
Probar para creer.
El buen humor es un
regalo estupendo. San Pablo dice algo así como: sonreíd; sed felices,
aunque no sea más que para dar ejemplo... (libre traducción mía).
Pues lo cierto es que el buen humor es contagioso, tanto o más que la gripe, y
sonreír a quienes encontramos, en general provoca respuestas positivas.
Desafiar las crisis, los problemas, los baches con sentido del humor es un
regalo incluso para quien lo hace.
Frecuentemente se nos olvida el
regalo de la oración, y en algunos casos no nos queda otro regalo que hacer.
Cuando no se consigue comunicar, cuando la distancia es demasiado grande
(física o psicológica), cuando el problema no tiene remedio, cuando somos tan
patosos como para no encontrar otros caminos... ahí está Dios, para hacerle
llegar nuestro amor, nuestra cercanía invisible. El es nuestro cómplice.
Y luego hay regalos explícitos, esos
que se hacen porque se escucha, porque se está atento a las
necesidades de quienes nos rodean: descubrir que nuestros amigos no salen nunca
al cine porque no tienen quien les cuide a los niños nos da directamente la
pista de que podemos regalar dos horas de baby-sitter; descubrir que nuestros
vecinos ancianos no reciben nunca visitas nos pone la cosa a "huevo";
saber que alguien tiene dificultad para socializar, para hacer amigos, o que
acaba de llegar al barrio y se siente perdido, no necesita comentario; saber
que hay quien tiene tanto tiempo y cosas que dar y se aburre en su soledad y
baja autoestima nos ayuda a encontrar recursos para la comunidad; observar que
ciertos ancianos o enfermos se avergüenzan de pedir que se les haga la compra,
o que se les limpie la casa, o que algunos extranjeros no quieren decir que
están pasando un mal momento, o que sienten una nostalgia mortal por su
familia, nos pone la respuesta delante... A veces la comunidad
cristiana no escucha bastante, y no pone en conexión los regalos que pueden
intercambiarse.
Y para acabar, están los regalos que
se compran: durante todo el año. Recuperemos el valor de lo sencillo, no
compremos cosas inútiles (aunque la cosa es subjetiva, mi acordeón a
alguien le parecerá inútil...; ), compremos en la red de Comercio Justo,
usemos pocos embalajes y menos bolsas de plástico, evitemos el usar y tirar,
las pilas cuando es posible, reciclemos, reutilicemos, y comamos menos
langostinos.
Pues eso, no será porque nos falten
las ideas.
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