“Venid a mí”, bramó la tormenta,
invitándonos a adentrarnos
en su intemperie llena de posibilidades.
invitándonos a adentrarnos
en su intemperie llena de posibilidades.
“Venid a mí”, dijo la luz,
alejando de nosotros
el temor a la sombra.
alejando de nosotros
el temor a la sombra.
“Venid a mí”, propuso la esperanza,
convertida en caricia
para quienes andaban cansados y afligidos.
convertida en caricia
para quienes andaban cansados y afligidos.
“Venid a mí”, exclamó la
pasión,
prometiendo un nuevo fuego
al rescoldo de corazones que en otro tiempo ardieron.
prometiendo un nuevo fuego
al rescoldo de corazones que en otro tiempo ardieron.
“Venid a mí”, exigió la
justicia,
herida –en las víctimas-
por tanta mentira dicha en su nombre.
herida –en las víctimas-
por tanta mentira dicha en su nombre.
“Venid a mí”, susurró el
silencio,
mostrando, con los brazos abiertos,
una forma distinta de cantar.
mostrando, con los brazos abiertos,
una forma distinta de cantar.
“Venid a mí”, gritó la
soledad,
cansada de deserciones y abandono.
cansada de deserciones y abandono.
“Venid a mí”, pidió el
dolor,
ofreciendo su rostro herido
para que la compasión lo acunase.
ofreciendo su rostro herido
para que la compasión lo acunase.
“Venid a mí”, llamó el dios
de los encuentros.
Y fuimos. A veces
vacilantes,
con toda nuestra inseguridad a cuestas.
Pero fuimos.
con toda nuestra inseguridad a cuestas.
Pero fuimos.
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