Los cristianos, al igual que otras religiones, tenemos unos días , unas celebraciones y una simbología especiales. Dentro de todo lo ordinario, hay momentos de especial relevancia y, de una u tra forma , lo expresamos y celebramos.
Es cierto que, en nuestra sociedad, tendemos a abandonar nuestras creencias y prácticas y, al mismo tiempo, somos capaces de asumir o adoptar otras que, a veces, no tienen relación alguna con nuestra cultura y sus orígenes.
Lo cierto es que hoy los cristianos hemos comenzado el tiempo del año anterior a la Pascua (40 días) que denominamos Cuaresma y, en el inicio está el Miércoles de Ceniza.
Reconocerse barro es mirar con ojos limpios lo que realmente somos: CRIATURAS DE DIOS.
Sentirse barro es mantener siempre la esperanza ilusionada de que ese Padre Nuestro no deja nunca de re-crearnos, de moldearnos, de embellecernos, de disponernos a ser "vasijas" nuevas y útiles para los demás.
Gozar de ser barro es descubrir al Padre presente en lo más íntimo de nuestro ser; saberse conocido y amado en lo que no es apariencia sino verdad profunda; gustar del calor de las Manos de Dios Padre, que como buen alfarero, no se separa nunca de su obra.
Miércoles de Ceniza no es la puerta de una sala triste, fría y desolada. Es, en verdad, la ventana que se abre para poder entrever dónde está mi verdadero Hogar, cómo se está construyendo y quién es el Arquitecto de mi propia vida.
Que la ceniza en nuestra es un recordatorio de que siendo en un principio barro, ahora, por la Pasión-muerte y Resurrección de Cristo, somos, finalmente, hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
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