Un agradecimiento a tantas gentes voluntarias desde este artículo publicado en el Diario ABC
«El silencio también habla»
POR P. GARCÍA-BAQUERO. CÓRDOBA
Lunes , 29-03-10
Cuando Pedro Flores entró en el Hospital San Juan de Dios hace seis años era poco más que una momia. Tenía partidos casi todos los huesos de su cuerpo tras caer a un pozo de más de nueve metros de altura mientras soldaba en una obra en Jaén. Necesitó decenas de operaciones y pasó ocho meses y medio en este centro hospitalario de la avenida de El Brillante. Él se veía en una silla de ruedas para toda la vida, pero no fue así.
Aún recuerda el primer día a los tres meses que se pudo dar una ducha: «Eso me supo a gloria», dice, y cuando dio sus primeros pasos de la mano de una enfermera. Pero lo que no olvida fue el cariño que un grupo de voluntarios, herederos de la vocación de la antigua Asociación de Damas de San Juan de Dios -apostilla el superior hermano Ángel Dolado-. Desde entonces pensó que él podría hacer algo por los demás.
Tardó dos años en recuperarse, pero las secuelas que arrastra no le impiden acudir semanalmente como voluntario con los hermanos de San Juan de Dios. Desde entonces está «lleno y alegre por ayudar a los demás». Trata de animar y hacerle la estancia en el hospital más liviana a personas mayores que van a pasar meses hospitalizados y a jóvenes que tras un accidente o una larga enfermedad pasan horas y horas postrados en una cama.
A ellos, Pedro les dice que «peor estaba yo, y aquí estoy; imposible no hay nada». Con estas frases y siendo campechano, como es, Pedro se gana a los pacientes, a veces, sólo con su compañía para no cansarles. De hecho, una máxima en esta casa es «El silencio también habla». Simplemente, con que el enfermo sepa que estás ahí, cogiéndole la mano, duerme más tranquilo.
Pero para alcanzar este punto, los voluntarios del San Juan de Dios han tenido que recibir formación. Tienen que estar equilibrados, uno no se puede venir abajo, comenta María Luisa, otra voluntaria.
De hecho, María Luisa comenta que, como son pacientes de larga estancia, la relación que se entabla con ellos es más íntima y cotidiana que si lo fueran de paso. Sin embargo, hay que saber «cuando se está demás e interpretar los gestos de las personas».
«Una habitación vacía»
Pero lo más importante, según esta voluntaria que lleva años ofreciendo su tiempo en este centro hospitalario, es que estés preparado a nivel personal. «Tienes que enfrentarte a una habitación con una cama vacía -porque esa persona ha fallecido- de un día para otro, y eso te puede provocar un choque emocional». Ella está aquí desde que se jubiló y decidió donar su tiempo a los demás.
No sólo a los enfermos sino a sus familiares. María Luisa explica que para los familiares que llevan meses junto al paciente, unas horas de respiro para hacer una simple consulta bancaria lo agradecen muchísimo.
Algo en lo que coincide la trabajadora social del Hospital Macarena Mansilla, encargada de coordinar a los voluntarios. Cada día elabora un cuadrante en el que recuerda a los enfermos que están solos ese día en sus respectivas habitaciones y las horas que sería conveniente acompañarles.
Mansilla explica que son 32 los voluntarios que acompañan a enfermos de media y larga duración. Sobre todo, colaboran en el Área de Medicina Interna y Rehabilitación. Se trata, en la mayoría de los casos de pacientes crónicos que pasarán previsiblemente mucho tiempo ingresados, y que no son de cirugías, que suelen estar muy pocos días.
El grupo de voluntarios del San Juan de Dios lleva once años dedicándose a los enfermos. Son prácticamente los mismos que empezaron a finales de los noventa los que continúan hoy con nosotros, explica Mansilla.
Se trata, en la mayoría de los casos del mismo perfil de voluntario, que tiene mediana edad, y sobre todo, son jubilados o pensionistas. Ellos, en palabras de la coordinadora de voluntariado, «les dan calidad a la asistencia médica; es un plus, van un poco más allá, y contribuye a humanizar el servicio».
Desde ese mismo rincón del Hospital San Juan de Dios que acaba de cumplir 75 años de vida de la orden, el hermano Dolado hace un llamamiento al voluntariado joven para que se una al proyecto hospitalario.
«El silencio también habla»
POR P. GARCÍA-BAQUERO. CÓRDOBA
Lunes , 29-03-10
Cuando Pedro Flores entró en el Hospital San Juan de Dios hace seis años era poco más que una momia. Tenía partidos casi todos los huesos de su cuerpo tras caer a un pozo de más de nueve metros de altura mientras soldaba en una obra en Jaén. Necesitó decenas de operaciones y pasó ocho meses y medio en este centro hospitalario de la avenida de El Brillante. Él se veía en una silla de ruedas para toda la vida, pero no fue así.
Aún recuerda el primer día a los tres meses que se pudo dar una ducha: «Eso me supo a gloria», dice, y cuando dio sus primeros pasos de la mano de una enfermera. Pero lo que no olvida fue el cariño que un grupo de voluntarios, herederos de la vocación de la antigua Asociación de Damas de San Juan de Dios -apostilla el superior hermano Ángel Dolado-. Desde entonces pensó que él podría hacer algo por los demás.
Tardó dos años en recuperarse, pero las secuelas que arrastra no le impiden acudir semanalmente como voluntario con los hermanos de San Juan de Dios. Desde entonces está «lleno y alegre por ayudar a los demás». Trata de animar y hacerle la estancia en el hospital más liviana a personas mayores que van a pasar meses hospitalizados y a jóvenes que tras un accidente o una larga enfermedad pasan horas y horas postrados en una cama.
A ellos, Pedro les dice que «peor estaba yo, y aquí estoy; imposible no hay nada». Con estas frases y siendo campechano, como es, Pedro se gana a los pacientes, a veces, sólo con su compañía para no cansarles. De hecho, una máxima en esta casa es «El silencio también habla». Simplemente, con que el enfermo sepa que estás ahí, cogiéndole la mano, duerme más tranquilo.
Pero para alcanzar este punto, los voluntarios del San Juan de Dios han tenido que recibir formación. Tienen que estar equilibrados, uno no se puede venir abajo, comenta María Luisa, otra voluntaria.
De hecho, María Luisa comenta que, como son pacientes de larga estancia, la relación que se entabla con ellos es más íntima y cotidiana que si lo fueran de paso. Sin embargo, hay que saber «cuando se está demás e interpretar los gestos de las personas».
«Una habitación vacía»
Pero lo más importante, según esta voluntaria que lleva años ofreciendo su tiempo en este centro hospitalario, es que estés preparado a nivel personal. «Tienes que enfrentarte a una habitación con una cama vacía -porque esa persona ha fallecido- de un día para otro, y eso te puede provocar un choque emocional». Ella está aquí desde que se jubiló y decidió donar su tiempo a los demás.
No sólo a los enfermos sino a sus familiares. María Luisa explica que para los familiares que llevan meses junto al paciente, unas horas de respiro para hacer una simple consulta bancaria lo agradecen muchísimo.
Algo en lo que coincide la trabajadora social del Hospital Macarena Mansilla, encargada de coordinar a los voluntarios. Cada día elabora un cuadrante en el que recuerda a los enfermos que están solos ese día en sus respectivas habitaciones y las horas que sería conveniente acompañarles.
Mansilla explica que son 32 los voluntarios que acompañan a enfermos de media y larga duración. Sobre todo, colaboran en el Área de Medicina Interna y Rehabilitación. Se trata, en la mayoría de los casos de pacientes crónicos que pasarán previsiblemente mucho tiempo ingresados, y que no son de cirugías, que suelen estar muy pocos días.
El grupo de voluntarios del San Juan de Dios lleva once años dedicándose a los enfermos. Son prácticamente los mismos que empezaron a finales de los noventa los que continúan hoy con nosotros, explica Mansilla.
Se trata, en la mayoría de los casos del mismo perfil de voluntario, que tiene mediana edad, y sobre todo, son jubilados o pensionistas. Ellos, en palabras de la coordinadora de voluntariado, «les dan calidad a la asistencia médica; es un plus, van un poco más allá, y contribuye a humanizar el servicio».
Desde ese mismo rincón del Hospital San Juan de Dios que acaba de cumplir 75 años de vida de la orden, el hermano Dolado hace un llamamiento al voluntariado joven para que se una al proyecto hospitalario.
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