Las abejas no cesaban en perseguirlo intentando, al parecer, picarle los ojos. El enjambre volaba alrededor de sus párpados que, durante el ataque, él mantenía firmemente cerrados. "¡Estoy enfermo, mis ojos secretan una substancia que las atrae!", se dijo y fue a ver a un oculista. El sabio lo examinó con gran sorpresa. "¡En lugar de globos oculares tienes flores! ¡Son dos rosas blancas!" "¿Entonces, las abejas no intentan enterrarme su aguijón?" "No, muchacho. Las abejas solo quieren beber el néctar de tus lágrimas" "¿Hay un remedio para esto?" "¡Cesa de creerte enfermo! ¡Ve a perfumar el mundo con tu mirada!".
Autor: A. Jodorowsky
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