"¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!. Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste....Pero tú me llamaste y clamaste hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto.
Me tocaste, y con tu tacto me encendiste en tu paz"
(San Agustín, Confesiones, X)
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