" En el desierto se despierta
la relación trascendente. Se escucha la voz interior como a un tú amigo. Cabe
la liberación de toda tentación con el trato teologal.
En el silencio se perciben
los matices de los sonidos del viento impetuoso, y de la brisa suave. Se
aprende a convivir con uno mismo. Surge la relación orante como necesidad del
ser.
En la soledad se descubren
mejor las propias dependencias. Se madura la afectividad en el proceso del
despojo. Se valora más sensiblemente el amor recibido.
En la oración se expansiona
el alma. Se llega a celebrar el amor. Se descubre el acompañamiento interior,
que libera del silencio vacío, y de la soledad amarga.
Tener amigos es un tesoro.
Jesús llamó a los suyos amigos. La amistad es don de Dios. “Que no es otra cosa
oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa, Vida 8,7).
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