CONTAGIANDO HOSPITALIDAD

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JUNTOS CONTAGIANDO LA HOSPITALIDAD DE SAN JUAN DE DIOS

07 febrero 2007

EL EQUILIBRISTA


Quería hoy contar un cuento que escuché hace ya un tiempo y cuyo autor no recuerdo, pero respeto y espero no le importe que lo cuente a mi manera, porque lo importante es lo que lleva dentro. La historia es algo así:


La gente acudió en masa aquel caluroso día de Verano. El espectáculo estaba asegurado... un precipicio, un alambre grueso que lo unía y un equilibrista... el mejor del mundo. La muchedumbre se agolpaba y no cabía ni un alfiler.


Cuando el equilibrista agarró su pértiga, se hizo el silencio. Comenzó a caminar y alcanzó el otro lado sin ninguna dificultad... Demasiado fácil... Pero todos impresionados, al final rompieron a aplaudir.


El público deseaba más y una voz gritó en alto si sería capaz de hacer lo mismo pero sin pértiga. El funambulista, sin inmutarse volvió a atravesar el precipicio con la misma facilidad que antes.


El aplauso no tardó en llegar, como tampoco se hizo esperar otra voz que sugería si podría realizar el trayecto con una venda en los ojos. Todos asustados volvieron la mirada hacia el equilibrista que sin dudarlo hizo el viaje en total oscuridad.


El ambiente comenzó a caldearse y aunque asombrados ya todos eran capaces de pedir algo que pudiera complacerles y ,siempre los ejercicios eran impecables...

Ahora marcha atrás,... ahora con una mochila en la espalda con 50 Kilos de arena,... ahora con 100 kilos......


De repente el silencio se hizo y todos se volvieron hacia el equilibrista. Todos estaban excitados por ver con que les iba a sorprender.


Aquel hombre, con la misma serenidad de siempre, esperó un instante antes de hablar. Miró a todos a los ojos y sin prisa alzó la voz diciendo:

Habéis visto cómo puedo atravesar este precipicio de cualquier forma que me habéis pedido y seguís ahí esperando... ¿ Creéis en mi ?


Hemos visto lo que haces, contestó alguien. Lo que decían de ti era cierto. Realmente eres bueno, eres el mejor. Si, creemos en ti.


Pues bien, dijo el equilibrista, ahora propondré yo... Me gustaría llevar a mis espaldas a un voluntario de entre vosotros...


El silencio se hizo nuevamente, nadie alzó su voz. Todos comenzaron a marcharse poco a poco y no quedo ni uno solo en aquel lugar.

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