Durante la Semana Santa pasada en diversas realidades de San Juan de Dios hemos podido compartir estos momentos grandes de nuestra fe junto a las personas a las que, normalmente, acompañamos.
No se trata de hacer cosas extraordinarias sino, más bien, hacer bien y en profundidad lo ordinario. Desde ahí, desde la presencia clara de Dios y desde la naturalidad es desde donde brota la energía que puede hacer que sigamos adelante incluso en los peores o más oscuros momentos de la vida.
Una vez más han merecido la pena los kilómetros, los esfuerzos y el compartir vida y fe.
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